Época de cambios I


Interregno

A fines de 1832, la legislatura reeligió a Rosas. Se dijo durante muchos años que rechazó su reelección porque no se le concedían las facultades extraordinarias, lo que no es exacto: no se sentía capaz de gobernar -ni quería hacerlo- sin la unanimidad de la opinión pública en su favor. Esperaría que lo llamaran desesperadamente, mientras buscaba la forma de hacerse imprescindible.
En su lugar fue electo Juan Ramón Balcarce, importante militar de la época de la guerra de independencia y jefe de un grupo federal no totalmente rosista, a quien Rosas entregó el gobierno el 18 de diciembre de 1832.

[editar]Campaña al desierto


Monumento ecuestre a Juan Manuel de Rosas. Plaza Intendente Seeber, del Parque Tres de FebreroBuenos Aires (inaugurada en 1999). En un lado se recuerda su campaña al desierto.
La llanura pampeana bonaerense había estado sometida al dominio blanco apenas en una franja estrecha junto al río Paraná y el río de la Plata, por lo menos hasta la década de 1810. Desde entonces, la "frontera con el indio" se había adelantado hasta una línea que pasaba aproximadamente por las actuales ciudades de Balcarce, Tandil y Las Flores.
En cuanto bajó del gobierno, coordinó la campaña con los de Mendoza, de San Luis y de Córdoba para hacer una batida general, que además sería acompañada por otra que realizara el general Manuel Bulnes en Chile. La comandancia general le fue ofrecida a Facundo Quiroga, pero éste no participó en ella. Rosas concentró y adiestró la tropa en su estancia de Los Cerrillos, en San Miguel del Monte, y partieron de allí en marzo de 1833.
La columna oeste, al mando de José Félix Aldao, recorrió un territorio que había sido "limpiado" de aborígenes recientemente, por lo que se limitó a llegar al río Colorado. La del centro venció al cacique ranquel Yanquetruz y regresó rápidamente. La que hizo la mayor parte de la campaña fue la del este, al mando del propio Rosas. Éste se estableció a orillas del río Colorado —cerca de la actual localidad de Pedro Luro— y envió cinco columnas hacia el sur y hacia el oeste, que consiguieron derrotar a loscaciques más importantes. A continuación firmó tratados de paz con otros, secundarios hasta entonces, que se convirtieron en útiles aliados. Al año siguiente se sumaría el más importante de ellos, Calfucurá.
Durante los primeros años de su segundo gobierno, la política de Rosas para con los indígenas alternaría tratados de paz y donaciones con campañas de exterminio. Sólo después de la crisis que comenzó en 1839 la cambió por una política de paz permanente.
La campaña también incorporó científicos que reunieron información sobre la zona recorrida, pero las regiones desérticas quedaron en manos de los indígenas. Recibió además la visita del científico Charles Darwin, quien en su diario de viaje describió parte de la campaña:
...Los indios formaban un grupo de unas 110 personas (hombres, mujeres y niños); casi todos fueron hechos prisioneros o muertos, pues los soldados no dan cuartel a ningún hombre. Los indios sienten actualmente un terror tan grande, que ya no se resisten en masa; cada cual se apresura a huir por separado, abandonando a mujeres e hijos.(...)Sin disputa, esas escenas son horribles, ¡pero cuánto mas horrible aún es el hecho cierto de que se da muerte a sangre fría a todas las indias que parecen tener mas de veinte años! Y cuando yo, en nombre de la humanidad protesté, se me replicó: "Sin embargo ¿que otra cosa podemos hacer? ¡Tienen tantos hijos esas salvajes!"6
Se aseguró la tranquilidad para los campos y pueblos ya formados, y se logró un relativo avance en el sudoeste de la provincia, pero los adelantos de la frontera fueron mucho menos espectaculares que los logrados en la Conquista del Desierto emprendida muy posteriormente por el general Julio Argentino Roca en 1879.
Lo más importante que logró Rosas fue poner de su lado al ejército, a los estancieros y la opinión pública. Y el agradecimiento de las provincias de Mendoza, San Luis, Córdoba y Santa Fe, que se vieron libres de saqueos importantes por muchos años. Sin embargo, el único grupo de indios que no fue totalmente dominado, los ranqueles, siguieron siendo vistos como un problema para los habitantes de estas provincias.
El precio a pagar por la paz fue sostener a las tribus amigas con entregas anuales de ganado, caballos, harina, tejidos y aguardiente. A partir de este momento, las tribus cazadoras dependieron de las entregas de alimentos, y fueron considerados por los bonaerenses como costosos parásitos del erario público, olvidando que —desde el punto de vista de Rosas— los pagos eran un precio a pagar por el uso de territorios que ellos consideraban suyos. Esta actitud pacificadora, y el cumplimiento de los pactos celebrados, le ganaron a Rosas el respeto de algunos de los jefes de los indios amigos. Cuando este asumió por segunda vez la gobernación de la provincia, el cacique Catriel en Tapalqué declaró:
Juan Manuel es mi amigo. Nunca me ha engañado. Yo y todos mis indios moriremos por él. Si no hubiera sido por Juan Manuel no viviríamos como vivimos en fraternidad con los cristianos y entre ellos. Mientras viva Juan Manuel todos seremos felices y pasaremos una vida tranquila al lado de nuestras esposas e hijos. Todos los que están aquí pueden atestiguar que lo que Juan Manuel nos ha dicho y aconsejado ha salido bien.7
Años después de la caída de Rosas, el mismo Catriel señalaba:
Nuestro hermano Juan Manuel indio rubio y gigante que vino al desierto pasando a nado el Samborombón y el Salado y que jineteaba y boleaba como los indios y se loncoteaba con los indios y que nos regaló vacas, yeguas, caña y prendas de plata, mientras él fue Cacique General nunca los indios malones invadimos, por la amistad que teníamos por Juan Manuel. Y cuando los cristianos lo echaron y lo desterraron, invadimos todos juntos
citado por Julio A. Costa en Roca y Tejedor8
Más tarde, el propio Rosas dirigió la redacción de una Gramática de la lengua pampa.
En esta campaña se destacaron algunos oficiales que formarían la siguiente generación de militares porteños: Pedro Ramos, Ángel Pacheco, Domingo SosaHilario LagosMariano MazaJerónimo CostaPedro Castelli y Vicente González (el Carancho del Monte).
Segundo gobierno

Bandera militar argentina usada por los regimientos federales.

Delegación de la Suma del Poder Público sobre el gobernador bonaerense Juan Manuel de Rosas
Al estallar un conflicto que se había suscitado entre Salta y Tucumán, Rosas logró que Manuel Vicente Maza enviara como mediador al general Facundo Quiroga, que residía en Buenos Aires. En el trayecto, éste fue emboscado y asesinado en Barranca Yaco, provincia de Córdoba, el 16 de febrero de 1835 por Santos Pérez, un sicario vinculado a los hermanos Reynafé, que gobernaban Córdoba.
La muerte de Quiroga provocó una clima de inestabilidad y violencia por lo que Maza presentó su renuncia el 7 de marzo de ese año. La legislatura llamó a Rosas para que se hiciera cargo del gobierno provincial. Rosas condición su aceptación a que se le otorgase la"suma del poder público", por la cual la representación y ejercicio de los tres poderes del estado recaerían en el gobernador, sin necesidad de rendir cuenta de su ejercicio. La legislatura aceptó esta imposición, dictando ese mismo día la correspondiente ley.
La suma del poder público se le otorgó con el compromiso de:
  1. Conservar, defender y proteger la religión Católica Apostólica Romana.
  2. Sostener la causa nacional de la Federación.
  3. El ejercicio de la suma del poder público duraría "todo el tiempo que el Gobernador considere necesario".
No disolvió la legislatura ni los tribunales; por el momento, la suma del poder aparecía como la sanción legal del carácter excepcional que tenía su mandato. La naturaleza dictatorial de esa institución política afloraría más tarde, cuando Rosas hiciera uso de todo ese poder.
Por otro lado este asesinato le dio a Rosas la oportunidad única de no compartir el mando del partido federal, que hasta entonces se había repartido con Quiroga y López. Éste, en tanto que protector de los Reynafé, quedó muy debilitado; y moriría a mediados de 1838. Incluso los caudillos con poder propio cayeron en su órbita, como Juan Felipe Ibarra, de Santiago del Estero, y José Félix Aldao, de Mendoza.
Debido a que el país no contaba por entonces con una constitución propia —su caída sería, en 1853, condición necesaria para su sanción— los poderes de los que gozó Rosas en su segundo mandato han sido superiores a los de un presidente de facto, ya que dentro de éstos incluyó el de administrar justicia. Gran parte de la historiografía argentina sigue considerando a Rosas un dictador o un tirano, mientras que la corriente revisionista le niega tal carácter, considerándolo un defensor de la soberanía nacional.
Antes de asumir como gobernador, el Restaurador exigió que se realizara un plebiscito que confirmara el apoyo popular a su elección. El plebiscito se realizó entre los días 26 y 28 de marzo de 1835 y su resultado fue 9.713 votos a favor y 7 en contra. Por esos tiempos la provincia de Buenos Aires contaba con 60.000 habitantes, de los cuales no accedían al sufragio las mujeres ni los niños.
La Sala de Representantes nombró gobernador a Juan Manuel de Rosas el día 13 de abril de 1835 por el quinquenio que comprendía de 1835 a 1840.
El discurso que pronunció Rosas en el Fuerte, sede del gobierno provincial, al momento de la asunción de su segundo mandato como gobernador caracterizaría su posición frente a sus opositores:
¡Que de esa raza de monstruos no quede uno entre nosotros y que su persecución sea tan tenaz y vigorosa que sirva de terror y de espanto a los demás que puedan venir en adelante!9
Rosas asumió su nuevo gobierno con la suma del poder público que utilizó para hostigar a sus disidentes fueran éstos federales o unitarios.
No se tiene aún noticia de ciudadano alguno que no fuese a votar. Debo decirlo en obsequio de la verdad histórica, nunca hubo un gobierno más popular, y deseado, ni más bien sostenido por la opinión. Los unitarios que en nada habían tomado parte, lo recibían al menos con indiferencia, los federales lomos negros, con desdén, pero sin oposición; los ciudadanos pacíficos lo esperaban como una bendición y un término a las crueles oscilaciones de dos largos años; la campaña, en fin, como el símbolo de su poder y la humillacion de los cajetillas de la CIUDAD. [...]
"[...] Concibese como ha podido suceder que en una provincia de cuatrocientos mil habitantes, según lo asegura laGaceta, sólo hubiese tres votos contrarios al gobierno? Seria acaso que los disidentes no votaron? Nada de eso! No se tiene aún noticia de ciudadano alguno que no fuese a votar; los enfermos se levantaron de la cama a ir a dar su asentimiento, temerosos de que sus nombres fueran inscritos en algún negro registro; porque así se había insinuado.
El terror estaba ya en la atmósfera, y aunque el trueno no había estallado aún, todos veían la nube negra y torva que venía cubriendo el cielo." Domingo Faustino Sarmiento10
En este sentido, un retrato vívido de esa época ha sido el legado por la pluma de Esteban Echeverría en El mataderocuento precursor del realismo rioplatense que transcurre en la provincia de Buenos Aires durante los años '30. Desde la óptica opositora, Echeverría describió las contiendas entre unitarios y federales, y las figuras del caudillo Juan Manuel de Rosas y sus seguidores, atribuyendo a estos últimos cualidades brutales y sanguinarias.
En cuanto asumió, Rosas ordenó la captura de Santos Pérez y los Reynafé, y tras un juicio que tardó años, fueron condenados a muerte y ejecutados. El juicio le dio a Rosas una autoridad nacional en un ámbito inesperado: su provincia tenía un tribunal penal de autoridad nacional. Esa autoridad no era legal pero era real, y aportó cierta unidad a la administración nacional.
Eliminó de todos los cargos públicos a sus opositores: expulsó a todos los empleados públicos que no fueran federales "netos", y borró del escalafón militar a los oficiales sospechosos de opositores, incluyendo a los exiliados. A continuación hizo obligatorio el lema de "Federación o muerte", que sería gradualmente reemplazado por "¡Mueran los salvajes unitarios!", para encabezar todos los documentos públicos; e impuso a los empleados públicos y militares el uso del cintillo punzó, que pronto sería usado por todos.
Por oposición, más tarde los unitarios llevarían divisas celestes, lo que tuvo un resultado inesperado: la bandera argentina era, hasta ese momento, de color azul y blanco. Los ejércitos de Rosas la empezaron a usar con un color azul oscuro, casi violeta; para diferenciarse, los unitarios la utilizaron de color celeste y blanco.11
Para conseguir sus objetivos políticos Rosas contó también con el apoyo de la Sociedad Popular Restauradora, con la cual en esa época se vinculaba especialmente su esposa Encarnación, integrada por el grupo más leal de sus partidarios. Y a través del cuerpo parapolicial de la Mazorca, que volvió a actuar en la persecución de sus adversarios.
Una vez que logró consolidar su poder impuso los criterios federales y formó alianzas con los líderes de las demás provincias argentinas, logrando el control del comercio y de los asuntos exteriores de la Confederación.

[editar]La Ley de Aduanas

El gobernador de Corrientes, Pedro Ferré, realizó un enérgico planteo reclamando medidas proteccionistas para los productos de origen local, cuya producción se deterioraba debido a la política de libre comercio de Buenos Aires.
El 18 de diciembre de 1835, Rosas sancionó la Ley de Aduanas en respuesta a ese planteo, que determinaba la prohibición de importar algunos productos y el establecimiento de aranceles para otros casos. En cambio mantenía bajos los impuestos de importación a las máquinas y los minerales que no se producían en el país. Con esta medida buscaba ganarse la buena voluntad de las provincias, sin ceder lo esencial, que eran las entradas de la Aduana. Estas medidas impulsaron notablemente el mercado interno y la producción del interior del país. Sin embargo, Buenos Aires continuó siendo la principal ciudad.
Se nacía de un impuesto básico de importación del 17% y se iba aumentando para proteger a los productos más vulnerables. Las importaciones vitales, como el acero, el latón, el carbón y las herramientas agrícolas pagaban un impuesto del 5%. El azúcar, las bebidas y productos alimenticios el 24%. El calzado, ropas, muebles, vinos, coñac, licores, tabaco, aceite y algunos artículos de cuero el 35%. La cerveza, la harina y las papas el 50%.
El efecto inesperado, pero que Rosas había considerado correctamente, era que disminuyeron las importaciones, pero el crecimiento del mercado interno compensó esa caída. De hecho, los impuestos por importación aumentaron significativamente. Más tarde, bajo el efecto de los bloqueos, se redujeron estas tasas de importación, pero nunca volvieron a ser tan bajas como en la época de Rivadavia, ni tanto como serían después de su caída.
Simultáneamente pretendió obligar a Paraguay a incorporarse a la Confederación Argentina ahogándola económicamente, para lo cual impuso una fuerte contribución al tabaco y los cigarros. Como temía que entraran de contrabando por Corrientes, esos impuestos alcanzaron también a los productos correntinos. La medida contra el Paraguay fracasó, pero tendría graves consecuencias respecto de Corrientes.
Su política económica fue decididamente conservadora: controló los gastos al máximo, y mantuvo un equilibrio fiscal precario sin emisiones de moneda ni endeudamiento. Tampoco pagó la deuda externa contraída en tiempos de Rivadavia, salvo en pequeñas sumas durante los pocos años en que el Río de la Plata no estuvo bloqueado. El papel moneda porteño mantuvo muy estable su valor y circuló por todo el país, reemplazando a la moneda metálica boliviana, con lo cual contribuyó a la unificación monetaria del país. El Banco Nacional fundado por Rivadavia estaba controlado por comerciantes ingleses y había provocado una grave crisis monetaria con continuas emisiones de papel moneda, continuamente depreciado. En 1836, Rosas lo declaró desaparecido, y en su lugar fundó elBanco de la Provincia de Buenos Aires.n 1
Su administración era sumamente prolija, anotando y revisando puntillosamente los gastos e ingresos públicos, y publicándolos casi mensualmente. Incluso, cuando más tarde castigó a sus enemigos con embargos de sus bienes —no realizó confiscaciones, a diferencia de lo que hizo Lavalle antes que él, o Valentín Alsina y Pastor Obligado después— hizo que se les entregaran a los parientes de los así castigados recibos detallados de todo lo embargado.
Entre los funcionarios separados de su cargo por orden del gobernador estuvo el Decano del Superior Tribunal de Justicia, Miguel Mariano de Villegas, por no merecer la confianza del gobierno.

[editar]La política exterior

En el norte, las ambiciones del dictador boliviano Andrés de Santa Cruz, que dominaba la recién fundada Confederación Perú-Bolivianay quiso invadir Jujuy y Salta con el apoyo de algunos emigrados unitarios, llevaron a una guerra entre esos países y Argentina. La guerra estuvo a cargo del "protector" Heredia, gobernador de Tucumán. Éste era el último de los caudillos federales que hizo alguna sombra a Rosas, pero el Restaurador logró disciplinarlo por medio de la financiación de esta guerra. A fines de 1838, con el asesinato de Heredia a manos de uno de sus oficiales, se paralizaron las operaciones y desapareció su último competidor federal; tal vez por eso mismo al año siguiente aparecieron enemigos internos decididamente no federales.
Las relaciones con Brasil fueron muy malas, pero nunca se llegó a la guerra, por lo menos hasta la crisis que desembocaría en laBatalla de Caseros. Nunca hubo problemas con Chile, aunque en ese país se refugiaban muchos opositores, que llegaron a lanzar algunas expediciones desde allí contra las provincias argentinas. El Paraguay proclamó su independencia y la anunció oficialmente a Rosas, que respondió que no estaba en condiciones de reconocer ni desconocer esa declaración. En la práctica, su pretensión era reincorporar la antigua provincia del Paraguay a la Confederación, por lo cual mantuvo el bloqueo de los ríos interiores, a fin de forzar al Paraguay a negociar. El Paraguay respondio aliándose e los enemigos de Rosas, pero nunca hubo enfrentamiento alguno entre ambos ejércitos ni escuadras.
En Uruguay, el nuevo presidente Manuel Oribe se libró de la tutoría de su antecesor Fructuoso Rivera. Pero éste, con apoyo de unitarios de Montevideo (entre ellos Lavalle) y de los imperiales brasileños establecidos en Río Grande del Sur, formó el partido “colorado” (al que Oribe le opuso el partido "blanco") y se lanzó a la revolución iniciándose la llamada Guerra Grande. A mediados de 1838 comenzó el sitio de parte de los colorados al gobierno, resguardado tras los muros de Montevideo. Los colorados tuvieron desde el primer momento el apoyo de la flota francesa y el protectorado brasileño. Ante esto, Oribe renunció en octubre de 1838, dejando en claro que lo había obligado una flota extranjera y se retiró a Buenos Aires.

[editar]El bloqueo francés

Los peores problemas empezaron con Francia: la política exterior francesa había permanecido en un perfil bajo por dos décadas, hasta que el rey Luis Felipe intentó recuperar para Francia su papel de gran potencia, obligando a varios países débiles a hacerle concesiones comerciales y, cuando era posible, reducirlos a protectorados o colonias. Ese fue el caso de Argelia, por sólo citar un ejemplo. Desde 1830, Francia buscaba aumentar su influencia en América Latina y, especialmente, lograr la expansión de su comercio exterior. Consciente del poder inglés, en 1838 el rey Luis Felipe exponía ante el parlamento que “solo con el apoyo de una poderosa marina podrían abrirse nuevos mercados a los productos franceses…”.
Al ver que la Argentina no estaba organizada constitucionalmente, pensaron que podían, al menos, obligarla a concesiones comerciales. En noviembre de 1837, el vicecónsul francés se presentó al ministro de relaciones exteriores, Felipe Arana, exigiéndole la liberación de dos presos de nacionalidad francesa, el grabador César Hipólito Bacle, acusado de espionaje a favor de Santa Cruz, y el contrabandista Lavié. También reclamaba un acuerdo similar al que tenía la Confederación Argentina con Inglaterra y la excepción delservicio militar para sus ciudadanos (que en ese momento eran dos).
Arana rechazó las exigencias, y meses más tarde, en marzo de 1838 la armada francesa bloqueó “el puerto de Buenos Aires y todo el litoral del río perteneciente a la República Argentina”. Y lo extendió a las demás provincias litorales, para debilitar la alianza de Rosas con ellas, ofreciendo levantar el bloqueo contra cada provincia que rompiera con él.
También en octubre de 1838, la escuadra francesa atacó la isla Martín García, derrotando con sus cañones y su numerosa infantería a las fuerzas del coronel Jerónimo Costa y del mayor Juan Bautista Thorne. Debido al desempeño honroso y valiente demostrados por los argentinos, fueron conducidos a Buenos Aires y dejados en libertad, con una nota del comandante francés Hipólito Daguenet, haciendo saber tal circunstancia a Rosas, en los siguientes términos: “... Encargado por el Señor Almirante Le Blanc,comandante en jefe de la estación del Brasil, y de los mares del Sud, de apoderarme de la isla de Martín García con las fuerzas puestas a mi disposición para tal objeto, desempeñé el 14 de este la misión que me había sido confiada. Ella me ha presentado la oportunidad de apreciar los talentos militares del bravo coronel Costa, gobernador de esa isla y de su animosa lealtad hacia su país. Esta opinión tan francamente manifestada es también la de los capitanes de corbetas francesas la "Expeditive" y la "Bordelaise", testigos de la increíble actividad del señor coronel Costa, como de las acertadas disposiciones tomadas por este oficial superior, para la defensa de la importante posición que estaba encargado de conservar. Lleno de estimación por él he creído que no podría darle una prueba mejor de los sentimientos que me ha inspirado, que manifestando a V. E. su bizarra conducta durante el ataque dirigido contra él, el 11 del corriente, por fuerzas muy superiores a las de su mando..."
El bloqueo afectó mucho la economía de la provincia, al cerrar las posibilidades de exportar. Eso dejó muy descontentos a los ganaderos y a los comerciantes, muchos de los cuales se pasaron silenciosamente a la oposición.
Sobre el reclamo particular de Francia, esto es, la eximición del servicio de armas para sus súbditos, el gobierno de Buenos Aires retrasó la respuesta por más de dos años. Rosas no se oponía a reconocer a los residentes franceses en el Río de la Plata el derecho a un trato similar al que se daba a los ingleses, pero sólo estuvo dispuesto a reconocerlo cuando Francia envió un ministro plenipotenciario, con plenos poderes para la firma de un tratado. Eso significaba un trato de igual a igual, y un reconocimiento de la Confederación Argentina como un estado soberano.

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